¿Puede la música
afectar el crecimiento de una planta?
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El saber ordinario
es el primero que reconocemos y apropiamos desde las experiencias perceptivas
con el mundo. A través de él, suelen atribuirse soluciones simples y hasta
mágicas a fenómenos para los cuales no tenemos explicaciones. Se intentará
comprender, a través de voces autorizadas, si el mito de los beneficios de la
música en las plantas posee constatación científica.
Cada sonido que
producen las falanges de nuestros dedos cuando las presionamos es una mentira
acumulada, o si estamos haciendo morisquetas y pasa un repentina brisa podemos
quedar así para siempre; son algunas de las reglas ‘oficiales’ (embebidas en
regionalismos culturales) formuladas por vaya a saber quién y de qué manera,
que nos acompañan desde tierna edad. Pasadas de generación en generación a
través de la tradición oral, se instalan, y muchas veces, para quedarse.
La música, es no
sólo uno de los primeros canales de comunicación conocidos por el hombre sino
una de las experiencias más gratificantes en la vida, y sus efectos en los seres
vivos suelen ser contrarios a lo pernicioso. “La música calma a las fieras”
suele decirse y está comprobado que, por ejemplo, los perros pueden
distinguirla y disfrutarla. Ahora bien, ¿qué hay de las plantas?. Existe el
mito sobre su rico cultivo haciéndoles llegar el sonido de la voz en una buena
charla o en forma de canto. O mejor aún, un poco de música. En supuestos
experimentos conducidos en los años 50 y 60 en los que especies vegetales
fueron expuestas a géneros musicales tales como folk, rock, o la música
clásica; a distintos volúmenes, parte de la comunidad científica vio grandes
cambios y otra parte, no observó nada. Posteriormente, hubo pruebas con sonidos
de una frecuencia concreta mientras se realizaba un seguimiento del metabolismo
de los sujetos de investigación. Se evidenció que existía reacción a diferentes
niveles de sonido. Raíces que crecían más atraídas por frecuencias de entre 200
– 300hz y que los ultrasonidos provocaban una germinación temprana; pero nada
directamente relacionado a la música. Lo que resultó de todo esto es que las
plantas no tienen órganos de captación de sonidos, como el humano, sino que la
captación se produce a nivel celular. ¿Reacción ante vibraciones? Puede ser.
En una entrevista
de 2008, el Jefe de Horticultura del Penn State College of Agriculture
Sciences, Rich Marini, Ph.D., asegura que “el viento o las vibraciones pueden
inducir cambios en el crecimiento de las plantas. Partiendo de que el viento
es, esencialmente, vibración; mi suposición es que la vibración está causando
una respuesta”. Esto se condice con un estudio del Instituto Nacional de
Biotecnología y Agricultura de Corea del Sur en 2007. Éste propone que hay dos
genes de las plantas que intervienen en la respuesta del vegetal a la luz y son
activados por sonidos con frecuencias por encima de los 70 decibeles. Lo que
equivaldría al volumen de una simple conversación.
La Dra. Karina
Ribichich investigadora del Laboratorio de Biotecnología Vegetal IAL (UNL)-
CONICET y profesora adjunta de la Cátedra de Biología Celular y Molecular de la
UNL, afirma que “el viento, además de generar vibración, dependiendo de la
intensidad y de la humedad del ambiente, puede producir aumento de la
evapotranspiración (transpiración como vapor de agua), que tiene consecuencias
en las plantas, como el cierre de unas estructuras llamadas ‘estomas’ que hay a
nivel de la superficie de las hojas y que delimitan poros cuya apertura se
regula en función de las condiciones ambientales de luz, temperatura,
humedad”. La doctora no arriesga demasiado donde sí lo hizo el Ph.D Marini
y continúa: “también hay otras estructuras, los ‘hidatodos’, también a nivel de
la superficie de las hojas pero con una distribución bien diferente de la de
los estomas, ubicados en las terminaciones de los tejidos de conducción de agua
y sales (algo así como, metafóricamente hablando, ‘la zona del delta de un
río’), que funcionan liberando el exceso de agua producto, por ejemplo, de un
suelo excesivamente irrigado. El viento también puede contribuir a favorecer
esta liberación, aumentando el flujo hacia el exterior”.
Podría deducirse
que las plantas tienen capacidad de abrir y cerrar pequeños espacios, como si
fuesen puertas, por donde evacúan sustancias y sea posible el ingreso de algo.
Rich Marini asegura que las vibraciones abren dichas ‘puertas’ provocando que
sustancias condicionantes del crecimiento sean secretadas produciendo un estado
adaptativo. Marini especula que las plantas en espacios ventosos son
estimuladas por la fuerza del aire y producen una enzima retardante del
crecimiento denominada etileno. Así la planta se desarrolla más baja y con
una tallo más robusto para resistir el viento y sobrevivir.
¿Ellas escuchan
nuestras palabras?
En el año1848 un profesor alemán, Gustav Fechner, publicó el libro “Nanna (el alma
vida de las plantas)”. Luego se (la creencia) popularizó a tal punto que
en 1970 un dentista emprendedor grabó un disco bajo el título de “Music To Grow
Plants By”.
Las experiencias
hogareñas que consisten en “ponerle un disco a las plantitas” deben haberse
multiplicado, en el boca a boca, por miles. Para tener una mirada academicista
y entendida se consultó a César Leonardo Paggi, docente de Acústica y
Organología del Instituto de Música de la Universidad Nacional del Litoral.
Paggi se mete de
lleno en la pregunta del millón: ¿la música estimula el crecimiento de las
plantas? “El sonido es un movimiento cíclico, vibratorio, que se propaga a
través de un medio elástico. Casi cualquier material tiene la suficiente
elasticidad para propagarlo, incluso un pared de concreto”, responde firme y
completa asegurando que “una planta frente al sonido de un parlante, por
supuesto que vibra”.
El docente superior
de música planta bandera poniendo al humano en el lugar de único ser capaz de
distinguir la música por estar dotado de un aparato especialmente diseñado para
eso, “la membrana basilar, que está en el oído interno, tiene una forma
especial de resonar que nos permite identificar diferentes frecuencias, incluso
frecuencias simultáneas, gracias a ella podemos reconocer melodías, armonías y
el timbre de los diferentes instrumentos. En cambio –dijo- “las plantas no
tienen ningún órgano que les permita analizar la composición de sonidos”.
Le parece pretensioso que las plantas puedan escuchar música, como así también,
‘humanizarlas’ dándoles atribuciones tan propias de la evolución del hombre.
Las buenas
vibraciones de la música tienen un potencial que nos parece un pensamiento
románticamente agradable pero esto no quita que de música vaya a vivir la flora
de nuestros jardines y balcones. Algo que sí está respaldado por la ciencia es
que la mejor dieta para las plantas está compuesta por agua, minerales y luz
solar.
Conclusiones
Manuela dueñas:la planta creció mucho con la música,ahora mide 9,5 cm.
Alison escobar:la planta ha crecido muy poco aunque la música estimulo su crecimiento no ha avanzado.
Sofia blandón:la planta avanzo mucho después de hablarle y ponerle música suave,su crecimiento ha acelerado.
Ana maría cardona:la planta no creció nada después de ponerle pop y música muy fuerte.